sábado, 5 de diciembre de 2009

Mi barrio

Hay muchas cosas que me gustan de esta ciudad,
de lo contrario no estaría aquí.
Una de ellas es la continua sorpresa que te ofrece.

Aquí no existen las cortinas,
solo los visillos y escasos.
El caso es que ofreces tu vida entera a la vecindad
Y tienes que acostumbrarte,
Yo hago paseíllo de torero
diario antes de entrar en la ducha
en honor a mi vecinos pijos y adinerados
del bloque de enfrente…
Y ellos me ofrecen sus vidas,
sus escarceos,
sus comidas con amigos
y su yoga en la terraza antes de la sauna….
Pero no voy a hablar de vouyerismo habitual.
Sino de las calles de Berlín.

Aquí las oficinas se establecen en las plantas bajas,
y las ventanas, o mejor dicho los ventanales,
están a nivel de calle.
En invierno, como la luz escasea,
y no tienen que abrir la ventana
las plantas las trasladan al interior,
así que puedes ver a todos los curritos enfrentados al ordenador
haciendo lo que habitualmente hacemos todos frente a la pantalla:
Comernos frenéticamente el boli,
despeinarnos y peinarnos 3249 veces por segundo,
sacarnos los mocos,
liarnos cigarros con una mano,
plancharnos la careta,
comer sin discreción.
Perder el tiempo al fin y al cabo,
que es lo que en realidad significa el trabajo para la mayoría.
Pero todo esto es como una película maravillosa,
cada cuatro pasos una secuencia diferente
sucede a tu alrededor cuando “beibisiteas”
a un bebe ajeno en mi barrio berlinés.

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