El jueves llega mi amigo, es mi master, es mi profesor...
es israelí.
Se quedará en mi casa.
Y no se cómo hacerlo.
Se que todo el conjunto no son todos los elementos.
Se que él no representa a su gobierno...
¿o si?
El tiene una familia y sufre por ella,
por no vivir en un país en paz.
Sufre por miedo a los ataques de Hamás o del Libano.
Cuando estuvimos en su casa nunca hablamos de Israel,
"del problema",
pero nos mostró imágenes de la convivencia de árabes y judíos a principios de siglo.
El cree en la convivencia pacífica,
pero los árabes siguen siendo los malos,
los radicales, los extremistas, los bestias, los no occidentales...
No sé qué voy a hacer,
mi compromiso con la vida, contra la ignominia
me impedirá mirarle a los ojos...
o no.
¿Abrazaré a la persona sin pensar en su conciencia?
¿Le exigiré explicaciones sobre su pasividad?
¿Debería exigirsela a todos mis amigos que no han movido un dedo por gritar la injusticia?
¿Debo odiar a los indiferentes?
NO tenemos derecho a cometer errores dos veces.
La historia debe enseñarnos.
Y yo, que no vivo en la tierra de Rousseau,
pero si en la de Kant,
no se si confiar en la bondad del ser humano.
martes, 20 de enero de 2009
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