jueves, 3 de diciembre de 2009

De paseo

Caminaba por la ciudad donde no se puede ser ciego.
Iba muy cabreada,
con un mal humor que parecía
un nubarrón particular sobre mi cabeza.
Oscurecida por la malasombra,
caminaba a regañadientes,
mi mala suerte,
la ignorancia,
la política,
la dejadez
y mis empecinamientos por conquistar lo inútil
me hacían tropezar.

Fue entonces cuando alcé la mirada.
La vi, ahí estaba.
Al final de la calle interminable que bajada,
ascendía majestuosa la sierra,
su pico más alto y sus recientes nieves.
Me sonreian como una Madre condescendiente.

Durante unos momentos la belleza
y la maravilla de esta ciudad
me dieron una colleja merecida.
Ahí estaba lo que siempre estuvo y estará
para moros, judíos, cristianos
y la madre que los parió.
Granada es Granada porque si
y a mi me pierde la boquita
y callada estaría más guapa.

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