lunes, 30 de noviembre de 2009

La ciudad sin recuerdos

La ciudad que no tiene recuerdos,
huele a cloro, cloaca, y a veces a mar.
Continúa fiel a sus incoherencias
haciendo de lo más hortera lo más exitoso.
En la ciudad que no tiene recuerdos
sigo sin poder recordar
y mi edificio por encima de todos.
Sigo buscando los naranjos que ya no están
e intento intuir constantemente los pasos de cebra,
siempre del revés.
Aquí las mujeres nacen con 100 años de marujeo encima,
con una “sapienza” rellena de ignorancia súbita
y un “jo aixo ja ho sabia” inserto.
Los hombres esnifan cerámica
y se vuelven adictos al tener.
El mar permanece impertérrito
y el ficus de 400 años sobrevive ignorado.
La puesta de sol se divide entre los que buscan la otra orilla
y los que miran atrás sin ira.

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