domingo, 4 de mayo de 2008

En el país inventado I

Estoy en la capital del país inventado.
En una terraza mirando el cielo matinal,
que no es inventado
porque es el mismo que el que tengo en otros lugares,
aunque con un sol meridional que me ha tostado
como la gitana que llevo dentro.
A escasos 400 metros está el mar.
Mi mar, el de toda la vida,
la balsica calentorra del Mediterráneo.
Por un lado tenerme a mi misma
me hace sentir como en casa.
Por otro lado, aquí están todos locos.

Este es el ejemplo del gran error
de la sociedad occidental y "desarrollada".
El claro ejemplo de la incongruencia del ser humano
y sobretodo de la estupidez religiosa,
en grado sumo.
Todavía no fui a la ciudad precedente,
allá donde Chus tuvo sus quitameamiesaspenas.
Veremos si el luto no lo invade todo.

Aquí es todo tan artificial,
esta todo tan en contra de la propia naturaleza,
que resulta paradójico.
Los jóvenes hacen un corte especial
en su uniforme para ir a la moda.
Es un uniforme con metralleta,
que es lo convencional,
no nos equivoquemos,
pero con corte a lo hiphop,
(pantalón con cintura baja).

Pero el ser humano es superior a todo esto,
el ser humano se adapta y a veces,
deja de pensar y solo sobrevive.
Es cuando el despropósito
se convierte en propósito.
Esto es lo que sucede,
en la multitud de fiestas que se organizan
el viernes noche, durante el Sabath,
y en las que los jóvenes salen a joder la tradición
y beber y reir como mortales,
pero antes del primer brindis
cantan una liturgia especial para el día sagrado.

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