domingo, 15 de febrero de 2009

Yo lo elegí...

Tengo 30 años, es algo inevitable. Aunque son solo tres décadas. Tampoco es mucho si podemos llegar a los 100. Un tercio... de Mahou, por favor.
Cuando mi compañero de habitación exclamó a viva voz "Pero tía, ¿cuántos potingues te echas?"...
algo parecido a la luz de emergencia empezó a parpadear en mi sien.
"-Tengo 30 años, es algo inevitable.
- no jodas, ¿tantos?, pues no los aparentas"
Si, eso ya lo sabía, y no es el motivo por el que me echo tantos potingues,
es mi vida anacrónica, mi propia paradoja la que me obliga.

Mientras mi compañeras de promoción se casan, tienen hijos y se dedican a trabajos esporádicos para pagar a la canguro mientras los realizan, así se sienten liberadas y feministas.
Mientras, yo, me voy de gira con mi compañía.
Recorro toda España y parte del extranjero, ¿bonito, verdad?
Voy de hotel en hotel, durmiendo poco y mal, trasnochando lo imposible.
Haciendo kilómetros de asfalto que repites siempre.
Gastando energías hasta el máximo permitido.
Intentando igualarme a los hombres en fuerza.
Haciendo cualquier trabajo.
Comiendo en exceso cuando no lo necesitas.
Llenándome los poros de pólvora,
las manos de arañazos del alambre,
las piernas de moratones por los golpes al descargar.
Desfeminizándome en el sentido cursi y absoluto de la jodida palabra.
Vistiendo cualquier ropa con tal de que abrigue o te libere del calor.
Y siempre pienso que es normal que con esta vida acabe embruteciendo lo que mi madre, femenina y feminista intentó inculcarme.

Cuando llego a casa,
mi casa sin niños, sin marido, sin aspirados y sin televisión,
arreglas los desperfectos de la ausencia.
Reorganizas el armario.
Esperas al amante de turno.
Tiras lo putrefacto de la nevera.
Decides comer sano y vuelves a comprar lo que acabas de tirar.
Sales a vivir el día y la noche como tú quieres, sin horarios prefijados.
Bebes, vives, disfrutas y ríes con los que te esperan.
Te dedicas a leer, a hacer todo lo que no puedes hacer en gira.
Acabas de escribir esas cartas que empezaste hace tres semanas,
y sientes que el tiempo está en tu vida como un coitus interruptus.

Cuando te vuelven a llamar para otra gira,
compras las cremas que no sabes si te serán útiles,
¿un exfoliante para quitar la pólvora que se te incrusta en los poros?
¿una mascarilla regeneradora para las pestañas que se te queman?.
Paradojas insolucionables.

Tengo 30 años, es algo inevitable.
Vivo una vida de alguien de 23 y al hacerlo evito que el tiempo se apodere de mis costumbres.
Pero el cuerpo tiene sus limitaciones.
Y las 3 décadas me pesan siempre.
No los aparentas”.
Ya, porque estoy en un escenario que no me pertenece.

Cuando me reuno con mis chicas, las casadas y con hijos,
las maravillosas madres de familia ya no escuchan mis batallitas al otro lado del océano.
Ya no les causo la admiración de hace 8 años,
cuando yo representaba todo lo que ellas deseaban hacer.
Mis aventuras ya no forman parte de su deseo imaginario.
Se dedican a hablar de los descubrimientos de sus hijos recientes,
sus luchas día a día con la canguro, los precios y los horarios lectivos.
Y a mi se me abren las entrañas.
Hijos.
“Y yo no tengo un hijo siquiera para poder llevarme a la boca”. Lorca

Entonces sé que el resultado de mi lucha es el que me da día a día la satisfacción de estar ahí.
De representar la fantasía, de mantener el arte por encima de la sociedad.
Pequeñas satisfacciones que no me llenan como madre, mujer o esposa,
sino como ente librepensador.

O sea nada.

En esas comidas de escuela,
mis moléculas femeninas pierden la lucha de la coherencia social.
Mientras ellas fuman y beben lo que no han fumado ni bebido antes,
yo abrigo y mezo a los niños que no tengo,
busco una excusa para huir de esa realidad a la que deseo volver constantemente.
“- Me han llamado para una sustitución, tengo que volver a organizarme antes de irme.
- Ay, qué lástima, ahora que estábamos todas”.
Y sus hijas, las de 6 años, Marta y Clara, me miran con admiración
y les piden a sus madres unos pantalones o un jersey como el mío.

Regreso a mi vida vacía y miro por mi ventana preguntándome si era esto lo que quería,
mi imagen se refleja en el cristal y me doy cuenta de que las cremas van haciendo su efecto, aunque ellas también las usan.
Tienen las mismas estrías y las mismas varices que yo.
Ellas por parir, yo por quemarme en noches de pólvora en países extranjeros.

Hoy miro el ventanal de mi habitación berlinesa y nieva.
Y sigo preguntándome lo mismo:
¿mereció la pena?
¿es esto lo que quiero?
Nieva.
Yo lo elegí.
A mi y solo a mi me pertenece esta vida que vivo.
Solo yo puedo mandarlo todo a la mierda y volver al redil,
o seguir luchando y llenándome de satisfacciones,
de arrugas.

3 comentarios:

Paz Zeltia dijo...

las arrugas las tendrás igual, lleves la vida que lleves,
y los dias cosidos de 365 en 365, te harán un pesado abrigo, que no proporciona calor, si no peso;
y las insatisfacciones por deseos no satisfechos se meterán bajo tu piel como parásitos que de vez en cuando producen un picor muy parecido a la rabia que no sabes hacia donde dirigir.
No es por desanimarte :)
Así que mejor que vivas tu vida, y no la de ellas.
Yo pienso que si hicieras otra vida, igual seguirías sintiendo lo que sientes.
Me gustó mucho este post tuyo, aunque 20 años nos separen, me sentí identificada, aunque nunca estuviese en un hotel en berlín...

THE LITTLE QUEENS dijo...

Gracias, es un regalo leer tu nota. Supongo que ahora las cosas ya no son asi del todo, ha pasado tiempo y muchas risas entre medio.

Tienes que venir a Berlin, eso siempre con 20, 30 o 40 años, se debe hacer.

Anónimo dijo...

Se te quiere y se te admira igual ahora que hace 8 años, cada una tomamos un camino, por suerte algunas hemos tomado siempre el que hemos deseado a ratos más acertado y a ratos menos, pero el que hemos querido, sin dejar que nada ni nadie nos frene. Así nos ha ido... más lento, más duro... pero miro atrás y me siento llena de vida y de experiencias, orgullosa, de mi y de amigas como tú. Estoy a punto de parir y sólo deseo ser capaz algún día de transmitir a mi golondrina que nada ni nadie podrá poner límites a lo que desee, que sólo ella será dueña de su ser, que se pueden vivir varias vidas en una.
Te quiero.