jueves, 15 de abril de 2010

Quince Minutos. Parte 7.

Ni siquiera podía hacer comentarios sobre lo que leía. Se sirvió otro ron, y siguió riendo intentando imaginar la cara del hombre que había escrito ese folleto y que en su excedida imaginación ese rostro se asemejaba muy mucho al de su propio jefe. Mantuvo la risa histérica toda la tarde durante cinco rones más, hasta que cayó en el sofá totalmente ebria.

El lunes siguiente se vistió con el traje corto y negro que le ceñía demasiado según su madre y cuyo escote le avergonzaba. Se maquilló hasta las pestañas, cosa que no había hecho nunca anteriormente, y llegó diez minutos tarde adrede. Calculó el tiempo necesario para que todos sus compañeros entraran en el baño unisex y disfrutaran de la sorprendente visión de la compresa usada, rebosante y olorosa. En el bar de abajo donde era conocida por su consumo diario de un cortado descafeinado con agua, pidió dos chupitos de ron de reserva, por favor. Se subió las medias y se despeinó para dejar que el pelo hiciera su propia dictadura estética. Entró y fue directa al baño. Tal y como esperaba la compresa ya no se encontraba en el lugar en que había reposado durante todo el fin de semana. Regresó, sacó una compresa y un tampón del bolso y los mostró a todos. Se subió encima del escritorio del jefe y cuando ya había reclamado suficientemente la atención dijo:

No hay comentarios: