domingo, 28 de marzo de 2010

QUINCE MINUTOS parte 3

Ana llegó a casa agotada. Era viernes. La semana acumulada en su cabeza le pesaba más que nunca. Sobretodo por el aditivo del maldito dolor de regla que le obligaba de vez en cuando a doblarse en dos en medio de la calle o a cerrar los ojos muy fuerte y pensar: "no siento dolor, no siento dolor". Así que tal como entró cerró la puerta con una patada. Tiró la mochila directamente sobre la alfombra. Se quitó la cazadora y el fular, los echó sobre el sillón. Y se espanzurró o esturreó literalmente y tal y como los verbos bien lo indican, en el sofá del salón.
Fue allí, en el mismo sofá, y en la postura más tradicional del ser humano, cuando una neurona mal inducida le reveló el hecho. Fue una imagen que se posó en su línea visual en décimas de segundo. Fue una aceleración del complejo funcionamiento de la respiración. Fue una leve subida de temperatura de 0'25 ºC. Suficiente para que todas las células de su cuerpo se pusieran a la espera de algo desconocido. Fue miedo, pavor, y horror a la vez. Se incorporó sobresaltada, con los ojos abiertos, las cejas arqueadas de absoluta estupefacción, la boca abierta en signo de asombro y totalmente desencajada:
La imagen de su compresa usada sobre la repisa del cuarto de baño del trabajo, se posaba intermitente sobre su cerebro. Una compresa ultra con alas, súper absorbente y extraplana. Totalmente usada. Totalmente llena a rebosar de menstruación. Allí, en la repisa del baño. Enrollada en si misma. Centro de atención de cualquier mirada que entrara en el baño. Perfumando el entorno con su olor característico. Dándole el tono granate al azul frío y húmedo del aseo colectivo del estudio. Su compresa usada sobre la repisa del cuarto de baño.

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